lunes, 30 de agosto de 2010

Verónica©

Me reconcilio con el vendedor de seguros (Azteca©).
Con aquella vulgar y ladina fuga desde un pueblo en el Bajío
hacia esta capital y este barrio de una pareja censurada.
Con la mujer de los muslos mustiados por miles de horas
ante la vieja Singer© y sus siempre oportunas lágrimas.
Me reconcilio con el tedio irredimible de los domingos de misa,
de comida en Los Panchos©, y de Siempre en Domingo©.
Con los burdos y ebrios insultos a su mujer e hijas
los viernes de paga muy de noche
del vendedor de seguros(Azteca©).
Me reconcilio incluso, ay, con la Mierda Cristiana©
que las monjas le inculcan y con la bobas banalidades
y hueras advertencias sobre los hombres de su tía solterona.
Me reconcilio, sí, con tanta majadera estulticia
cuando la veo salir por las tardes al mercado, con su falda
plisada y sus dos trenzas, y encarrerarse sola, muerta
de risa por nada, como si no entendiera o no le importara nada.
Cuando la veo salir y la persigo desde el fondo del Miedo©.

viernes, 6 de agosto de 2010

Malas compañías

Los números le hablaban.
El 9 pss pss pss desde niño
le secreteaba. “Aléjate de aquí
bribón" le dijo el 17 y el 91

lo acalambró con silencios.
Entre el 33364 y sus factores
lo hicieron reír aquella noche
de cuentos y gesticulación.

Le hablaban desde afuera:
desde las placas de los coches,
las carrerillas de los elevadores,
las listas de la lotería.

Le hablaban desde dentro:
en sueños, en ensueños lo visitaban
estocásticos, cáusticos y solitarios,
o en corros interminables, escandalosos.

Podía recordar exactamente el sitio,
el día en el que estaba cuando se
apareció tal cifra. Y podía siempre
repetir sus palabras locuaces, amorosas

amenazadoras. Le aterraba la visita
de aquel número salvaje
al que los primos aludían
sin pronunciar el nombre.