Me reconcilio con el vendedor de seguros (Azteca©).
Con aquella vulgar y ladina fuga desde un pueblo en el Bajío
hacia esta capital y este barrio de una pareja censurada.
Con la mujer de los muslos mustiados por miles de horas
ante la vieja Singer© y sus siempre oportunas lágrimas.
Me reconcilio con el tedio irredimible de los domingos de misa,
de comida en Los Panchos©, y de Siempre en Domingo©.
Con los burdos y ebrios insultos a su mujer e hijas
los viernes de paga muy de noche
del vendedor de seguros(Azteca©).
Me reconcilio incluso, ay, con la Mierda Cristiana©
que las monjas le inculcan y con la bobas banalidades
y hueras advertencias sobre los hombres de su tía solterona.
Me reconcilio, sí, con tanta majadera estulticia
cuando la veo salir por las tardes al mercado, con su falda
plisada y sus dos trenzas, y encarrerarse sola, muerta
de risa por nada, como si no entendiera o no le importara nada.
Cuando la veo salir y la persigo desde el fondo del Miedo©.
lunes, 30 de agosto de 2010
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