miércoles, 7 de abril de 2010

Después de velarla

Me ofende la indiferencia del mundo.
Quiero decir de los árboles,
de la brisa que riega sus caprichos
y pespuntea con enveses, haces.
Quiero decir de las bestias domésticas;
ardillas, transeúntes… olisqueándose
como si no lo notasen.
¿Con qué navaja indigna escoriarles
la apelmazada piel… tatuar
en ella el nombre que vaciaste
para siempre?

Me ofende la salud sosa del mundo.
Quiero decir de este tranco
amortiguado con el que camino,
los merodeos que adquiero,
esta hambre ruin, este cansancio memo.
Quiero decir los reflejos del sol de mediodía
sobre el lomo pulido de un carrazo.
Y me pongo a punzar su acero con tus ojos,
con la furia que te daba su indolencia.