jueves, 7 de mayo de 2009

Remedios infinitivos

Rociar
lo que brotó de tuberías en la cañada
de un aerosol aletargado.
Inducir
que cristalicen los zancudos
sobre antenas y varillas oxidadas.
Usar
de látigo el centímetro y el minutero,
el monitor, la chicharra.
Apurar
el paso marcial y retrasarlo
caprichosamente.
Iluminar
los estornudos
que son un globo sin piel en la alameda;
un balón sin cáscara ocupando
todo el estadio, su grito;
una rosa de fuego artificial
que aterriza sus dendritas
sólo en los poros heridos.
Acallar
con bocinas los gemidos
de placer y de espanto.
Secretar.
Segregar.
Sepultar.
Bordear de finos rascacielos
toda techumbre de cimbra y de cartón.

sábado, 2 de mayo de 2009

Presencia / Ausencia

La que te hace girar hacia mi lado
-éste- a mirar. La lista tímida
de luz que te sorprende poco
e ilumina tu rostro también poco.

Soy la atención que ahora me pones
arrumbado y distraído y soy la pausa
que te obligo a instaurar en tu modorra,
el silencio por tus ruidos habituales.

La que destella en tu pupila izquierda
y resalta con su sombra tus ojeras
de días, de años, de agotada sequía,
de murciélago flácido e insomne.

Soy la que se monta con tu pulso
y reconoce los repliegues ya inanes
de esas tres muecas que siempre has repetido;
alegría, estupor, curiosidad.

La que musita que no sabes lo que olvidas;
el viento entre las palabras que te eligen,
el raspar de las palabras que te rigen.
La que se cuela por las vacilaciones de la vela.

Soy la que te encuentra trabajando
en la osamenta de tu viejo delfín
para ajustarla al nuevo espacio
en tus costillas, en tu biblioteca.

La que te cuenta que el futuro ya no cabe,
que el universo sólo tiene estos instantes,
inseguros relumbres de palpitantes flecos
(y esta red de frases de la que se escapa) para ti.