Te imaginamos lejos –tus amigos-
caminando ligero
sobre el pretil de un horizonte.
Altos contrastes de oscuridad o sol
delineándote. Esbelto y delicado
desciendes sobre un valle
en que se incuba una ciudad
de aristas y reflejos.
Te abren la puerta de un hostal
y al día siguiente partes
después de celebrar –bien afeitado-
uno de esos coloquios que te han dado fama
con los más viejos, o sabios, o curiosos.
Te imaginamos sobre un río.
Sobre un mar de miel, calmado,
consultando tu reloj y anotando
futuros sin nunca ni un momento
voltear para ver o imaginar a tus amigos
que te imaginamos perdiéndote,
perdido.
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