Han vuelto a mezclarse de mañana
las aguas que durante la cena dividimos
al rellenar las copas de licor.
Hemos dormido juntos tú y yo.
En pocas horas de socavones y grutas
(entre la lengua y la uretra) maduraron,
envejecieron siglos.
Por nuestros órganos porosos recogieron
a ciegas grumos y terneza, crémor y ponzoña
entre las flemas oliváceas de nuestra desazón.
Han vuelto a encontrarse de mañana
los cuerpos lacios que el sopor separó.
Hemos dormido muy lejos tú y yo.
Cada quien su marasmo y su depuración.
Al rozarnos de nuevo hemos abierto
una babel tartamuda de aversión y torpeza.
Pero en el agua añeja que se enrosca y se hunde
se entremezcla otra vez la aleve limadura
de los imanes que nos aliaron por la noche
y vuelven a danzar ya sublimados nuestros cuerpos.
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