viernes, 12 de marzo de 2010

El agujero de la madrugada

No dejan de apocarse los sonidos urbanos,
las rachas de tráfico,
sus encerrados cencerros.
No dejan de decaer los alborotos, los destemples,
la burulla y su carnavalería.
Desde el pico tumultuoso
-entre las dos y las tres de la tarde-
en el que la loca orquesta urbana
libera todo su vapor, su estruendo,
sus decibeles y caballos de fuerza,
no deja de hundirse imperceptiblemente
la estridencia. El ruido
no deja de espaciar sus agujas husadas,
de domar su chirríos de balatas y bafles.
No deja de ralentizarse el calambre del tejemaneje,
del vas y vienes y viertes,
de espaciarse el hormigueo,
de aletargarse las pausas,
de acodarse más y más en los rincones
y hacerse más amplias las burbujas de silencio
hasta que el eco se interrumpe
y se inaugura –cianuro súbito-
el agujero de la madrugada
en el que todo termina
-entre las cuatro y las cinco-
y toca fondo el fémur de un mar muerto.
Es ese lugar solo en el que nada nada
y los humanos dejan de inhalar, de exhalar,
las jacarandas de soltar sus plumas de terneza,
las ratas energúmenas dejan de olisquear
y se congelan.
Es ese sitio del día en el que no hay más día,
ni latido, ni fluir, y el después es incierto.
Es esa muerte inerte que sólo se interrumpe
con el chirriar inverosímil de un tranvía,
o el anarquista foete de una ráfaga de viento,
o el grito ahogado desde una pesadilla:
un roce inesperado que remueve la inercia
y echa a rodar el nuevo día;
que deja al haz devolver el envés,
a la moneda caer con la cara hacia arriba
anunciando su sol,
al periódico de ayer aventado en la calle
aletear.
No dejan ya después de acumularse
poco a poco los sonidos urbanos,
sus liberados cencerros.
Comienza el alboroto pian pianito a remontar,
a empinarse inconsciente hacia
un después inane…
Como si siempre hubiese tiempo,
como si hubiese habido tiempo siempre
tejido entre los días y la sangre,
muelle argamasa entre los ladridos de las horas,
ubicándonos, sosteniéndonos…
Como si el tiempo estuviese ganado
dócilmente sentado,
tumbados bueyes mirando el mar.

1 comentario:

Mónica Sánchez Escuer dijo...

Me gusta mucho este agujero.