al horizonte blanco
ceguera o segueta
sembrado de radiación
al amanecer
al azul del mar
intoxicado de cobalto
de medusas evisceradas
al negro veteado de relámpago
que todo lo arrodilla
que pisa que amasa que apelmaza
con rodillas con codos
al crepúsculo ciego
rota su tabla rasa
negra su tabla roja
raja su razatabla
al crepúsculo sordo
campana castrada
de la atmósfera
al crepúsculo mudo
el hueso mondo del amor
atragantado
sostener la mirada
domingo, 29 de marzo de 2009
Resaca
como una ola
que tirada con fuerza
por el inmenso peso del cuerpo
que la impelió a estallar
(¡ah la algazara
los trompicones
los delirantes remolinos
las trenzas rebeldes
derrochadoras!)
crecientemente urgida
acelerando ansiosa
la vida se retira
que tirada con fuerza
por el inmenso peso del cuerpo
que la impelió a estallar
(¡ah la algazara
los trompicones
los delirantes remolinos
las trenzas rebeldes
derrochadoras!)
crecientemente urgida
acelerando ansiosa
la vida se retira
miércoles, 18 de marzo de 2009
Cala
Me interesa lo eco
Lo que mengua
Lo estela en que se apagan los gemidos
Lo punto
Lo insidiosa factura en que se aploma
El peso residual de un torvo amante
Lo que se fue orillando y ovillando
Delgado de lasitud y pulimento
Me interesa lo ojal del horizonte
Lo agrietar que se insinúa a medio tranco
Su luzbel que ni nos ciega ni nos cimbra
Ni puebla de listones tan delgados
Lo ráfagas de línea del reojo
Lo hojaldre crepitar ahonda desploma
Lo engarce deshilar y me numera
Lo cielo y de mirillas transparentes
Luna la fibra de doler de disminuirse
De acercarse a ser punto punto a punto
Al punto de ceder
Al raz de astilla
Lo que mengua restaña y titubea
Lo elefante que acoda su osamenta
Sobre un océano azul que reverbera
Soflama que sublimó su tonelada
Aquí donde ecumbramos este punto.
(Berlín,19-03-09)
Lo que mengua
Lo estela en que se apagan los gemidos
Lo punto
Lo insidiosa factura en que se aploma
El peso residual de un torvo amante
Lo que se fue orillando y ovillando
Delgado de lasitud y pulimento
Me interesa lo ojal del horizonte
Lo agrietar que se insinúa a medio tranco
Su luzbel que ni nos ciega ni nos cimbra
Ni puebla de listones tan delgados
Lo ráfagas de línea del reojo
Lo hojaldre crepitar ahonda desploma
Lo engarce deshilar y me numera
Lo cielo y de mirillas transparentes
Luna la fibra de doler de disminuirse
De acercarse a ser punto punto a punto
Al punto de ceder
Al raz de astilla
Lo que mengua restaña y titubea
Lo elefante que acoda su osamenta
Sobre un océano azul que reverbera
Soflama que sublimó su tonelada
Aquí donde ecumbramos este punto.
(Berlín,19-03-09)
lunes, 9 de marzo de 2009
Lemmings
Por tres inviernos
Uno tras otro
Fueron llegando a casa mis amigos de adolescencia
A claudicar
Uno iba a casarse con la chica que le eligió papá
Y atarse al mostrador
Otro se iría a la capital con sus tíos abogados
Otro más se anunció homosexual y se cambió de nombre
Y de país
Alguna gacela asustadiza nada más me besó
Y se fue
Al cabo sólo María y yo –los huérfanos—
Aparecíamos las tardes en el billar
Y los sábados en el café Sartre
¿A quién arengaríamos ahora contra la gran costumbre?
¿Y qué de la granja común en las estribaciones del volcán?
Sí, al cabo nos casamos María y yo
Y adoptamos este fondo de aire como refugio ajado
No tener hijos fue nuestra mustia ¿suicida? rebeldía
A veces comentamos cómo siguen ahí
Vacíos de nosotros las azoteas y los traspatios
Interminables del barrio
Y otras imaginamos renacer el arroyuelo estacional
Donde inhalábamos yerba acoplados a Silvio Rodríguez
Renacer para insertar su soundtrack a nuevos juramentos
Que tampoco se cumplirán.
(Nota: redactado en Hotel Tequendama, Bogotá, febrero 25, 2009. Esto, que debió escribirse hace 25 años, emerge ahora de un escondrijo)
Uno tras otro
Fueron llegando a casa mis amigos de adolescencia
A claudicar
Uno iba a casarse con la chica que le eligió papá
Y atarse al mostrador
Otro se iría a la capital con sus tíos abogados
Otro más se anunció homosexual y se cambió de nombre
Y de país
Alguna gacela asustadiza nada más me besó
Y se fue
Al cabo sólo María y yo –los huérfanos—
Aparecíamos las tardes en el billar
Y los sábados en el café Sartre
¿A quién arengaríamos ahora contra la gran costumbre?
¿Y qué de la granja común en las estribaciones del volcán?
Sí, al cabo nos casamos María y yo
Y adoptamos este fondo de aire como refugio ajado
No tener hijos fue nuestra mustia ¿suicida? rebeldía
A veces comentamos cómo siguen ahí
Vacíos de nosotros las azoteas y los traspatios
Interminables del barrio
Y otras imaginamos renacer el arroyuelo estacional
Donde inhalábamos yerba acoplados a Silvio Rodríguez
Renacer para insertar su soundtrack a nuevos juramentos
Que tampoco se cumplirán.
(Nota: redactado en Hotel Tequendama, Bogotá, febrero 25, 2009. Esto, que debió escribirse hace 25 años, emerge ahora de un escondrijo)
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