lunes, 9 de marzo de 2009

Lemmings

Por tres inviernos
Uno tras otro
Fueron llegando a casa mis amigos de adolescencia
A claudicar
Uno iba a casarse con la chica que le eligió papá
Y atarse al mostrador
Otro se iría a la capital con sus tíos abogados
Otro más se anunció homosexual y se cambió de nombre
Y de país
Alguna gacela asustadiza nada más me besó
Y se fue
Al cabo sólo María y yo –los huérfanos—
Aparecíamos las tardes en el billar
Y los sábados en el café Sartre
¿A quién arengaríamos ahora contra la gran costumbre?
¿Y qué de la granja común en las estribaciones del volcán?

Sí, al cabo nos casamos María y yo
Y adoptamos este fondo de aire como refugio ajado
No tener hijos fue nuestra mustia ¿suicida? rebeldía
A veces comentamos cómo siguen ahí
Vacíos de nosotros las azoteas y los traspatios
Interminables del barrio
Y otras imaginamos renacer el arroyuelo estacional
Donde inhalábamos yerba acoplados a Silvio Rodríguez
Renacer para insertar su soundtrack a nuevos juramentos
Que tampoco se cumplirán.

(Nota: redactado en Hotel Tequendama, Bogotá, febrero 25, 2009. Esto, que debió escribirse hace 25 años, emerge ahora de un escondrijo)

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