jueves, 20 de noviembre de 2008

Vecinos

Nadie vive más de siete meses en esa casa
de grandes jardines y porte espectacular.
Llegan se van familias como de una terminal.

Se mudan con bombástica coreografía.
Ocho mascotas peludas que corretean cargadores
ciertos domingos soleados y airosos.

Y se escurren a oscuras una madrugada
plenos de gris severidad como intentando
desmaterializarse entre las sombras.

Los maridos son gordos o altos o gritones
y las mujeres menudas, con cohorte de sirvientes
étnicos, endogámicos, desequilibrados.

Los niños son la sorpresa. Trapecistas o mongoles
o cruzados o torturadores de ardillas o poetas
desnudas en la azotea o gacelas que coleccionan libélulas.

Nunca se quedan tres estaciones en la casa
de puertas pesadas y ventanales opacos.
No avisan cuando llegan ni cuando se van.

Detrás de nuestras persianas adivinamos.
El día de su huida es la colecta de despojos.
Ropa, trebejos que nos ayudan a recelar.

1 comentario:

Susy Derkins dijo...

Delicioso y sembrador de horror en un puñado de palabras, pero LAS palabras.