Mehringdamm
con su promesa
de paseos en primavera
con sus risas de niño y
sus siluetas
de gaviotas rascando pastizales
es un sitio procaz
en el invierno.
Música rancia
de acordeones
enrachada
por un túnel de miasma
sobre el río...
Escombro, cochambre y grafiteo
en los muretes con fotografías
de la vieja rotonda,
antes del bombardeo...
En Mehringdamm la vi
jalando una maleta ruidosa,
sus rastas amarradas
con listones de feria,
sus ojos grises
y su falda más gris,
sus muñecas heridas
y temblantes...
En Mehringdamm,
con su promesa de paseos
entre estertores y siluetas
de viandantes
sobre el pasto quemado
y la grava orinada
reconocí a la novia
del verano del 67,
arrastrando ruedas rotas,
huyendo de una canción
melosa de Donovan,
de la pesadilla de la comuna
y los ramos ajados,
huyendo de un invierno
que no acaba
en Mehringdamm.
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