La que te hace girar hacia mi lado
-éste- a mirar. La lista tímida
de luz que te sorprende poco
e ilumina tu rostro también poco.
Soy la atención que ahora me pones
arrumbado y distraído y soy la pausa
que te obligo a instaurar en tu modorra,
el silencio por tus ruidos habituales.
La que destella en tu pupila izquierda
y resalta con su sombra tus ojeras
de días, de años, de agotada sequía,
de murciélago flácido e insomne.
Soy la que se monta con tu pulso
y reconoce los repliegues ya inanes
de esas tres muecas que siempre has repetido;
alegría, estupor, curiosidad.
La que musita que no sabes lo que olvidas;
el viento entre las palabras que te eligen,
el raspar de las palabras que te rigen.
La que se cuela por las vacilaciones de la vela.
Soy la que te encuentra trabajando
en la osamenta de tu viejo delfín
para ajustarla al nuevo espacio
en tus costillas, en tu biblioteca.
La que te cuenta que el futuro ya no cabe,
que el universo sólo tiene estos instantes,
inseguros relumbres de palpitantes flecos
(y esta red de frases de la que se escapa) para ti.
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2 comentarios:
y soy la luz de la linterna
que por la noche te dejó leer
ausencia presencia y una lista inagotable de cosas por hacer
(...)tus ojeras
de días, de años, de agotada sequía,
de murciélago flácido e insomne.(...)
En general tus poemas me resultan como entrar a un mariposario sin mis lentes, cosas bellas aunque demasiado rápidas y exóticas, de modo que no acierto a salir más que con una vaga pero feliz sensación de revoloteo. Pero esta imagen me dió justo en la nariz, por alguna razón: tal vez un zumbido conocido o algo.
Gracias en todo caso por el santuario.
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